Lo que realmente distingue a Monsanto es su arquitectura única. Las casas del pueblo están construidas directamente en la roca de granito, aprovechando las enormes piedras como paredes, techos e incluso suelos. 

Este peculiar estilo arquitectónico hace que Monsanto parezca casi esculpido en la misma montaña. Las calles empedradas serpentean entre casas que parecen desafiar la gravedad, y es común encontrar puertas y ventanas talladas en las propias rocas. Este paisaje le da al pueblo una atmósfera mística, como si hubiera sido congelado en el tiempo.

Visitar Monsanto es sumergirse en una parte esencial del alma de Portugal. Este pequeño pueblo, con su mezcla de historia, arquitectura impresionante y un entorno natural muy bonito, es una joya escondida que ofrece una experiencia única. Lejos del bullicio de las grandes ciudades, Monsanto es un testimonio del ingenio y la resiliencia de sus habitantes, quienes además han sabido preservar su identidad a lo largo de los siglos.

Por cierto, aprovecho aquí para comentaros que para visitarlo puede ser un poco incómodo con sillas de ruedas. Poderse, se puede, pero la visita se hace en constante subida y algunas zonas no son del todo cómodas para gente con movilidad un poco más reducida.