Construida donde anteriormente se alzaba la Mezquita Mayor de Sevilla, la Catedral conserva elementos que reflejan su origen islámico, como el Patio de los Naranjos y la Giralda, que originalmente era un alminar (la torre de las mezquitas desde donde llaman a la oración a los musulmanes). La Gran Mezquita, erigida en el siglo XII durante el dominio almohade, era un importante centro religioso de la época y destacaba por su refinada arquitectura, que incluía amplios patios y decoraciones geométricas.

Con la Reconquista, estos espacios fueron adaptados y transformados para cumplir con las necesidades del culto cristiano, marcando una fusión única de estilos y tradiciones arquitectónicas. Una famosa frase atribuida a sus arquitectos reza: “Hagamos una iglesia tan hermosa y tan grandiosa que los que la vieren acabada nos tengan por locos”. Y ciertamente lograron su cometido.

Hoy, la Catedral de Sevilla es la tercera iglesia más grande del mundo, con unas dimensiones impresionantes: 135 metros de largo, 76 metros de ancho y una altura de hasta 42 metros en la nave central. Sólo es superada por la Basílica de San Pedro en el Vaticano y la Basílica de Nuestra Señora Aparecida en Brasil. Pero no sólo eso: la Catedral de Sevilla es la iglesia gótica más grande del mundo, destacándose por su vasta superficie y la magnitud de su estructura. 

Su impresionante interior alberga una amplia colección de arte sacro, capillas e, incluso, el mausoleo de Cristóbal Colón. Pero este icónico explorador no es el único cuyos restos descansan aquí, sino también los de algunos reyes de Castilla, como Pedro I el Cruel, Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio.